Una curvy para el Alfa

Chapter 5



Chapter 5

Tatiana

Habíamos pasado una mañana y una tarde muy feliz entre los tres, viendo películas y recordando buenos momentos, pero mientras se acercaba la hora de mi cita, mis hermanos se ponían cada vez más extraños.

Ellos conocían a Andrés, era un chico común, pero que a mí me parecía muy atractivo y recién empezábamos a salir, nada serio. Pero era un pueblo pequeño y tenía que conocer gente ¿no es cierto?

—Escuché un ruido afuera... ¿ Ustedes también? Creo que los deben ser los lobos ¿les dejaron comida como les dije?— preguntaba a los hermanos, pero ellos estaban extremadamente quietos y nerviosos. Así que yo me disponía a salir.

—Tati... quizás sea mejor que te colocaras una bata encima de tu... — decía Henry y yo veía que tenía un pequeño short y una blusa… quizás algo reveladora. Ahora escuchaba un gruñido cerca de la puerta.

—Demonios, sí que deben tener hambre... — decía y buscaba una bata y salía con la comida que había sobrado. Vi unas pisadas, pero nada más.

Luego me preparaba para mi cita y veía en mi closet ese vestido que había mencionado mi amiga. Era rojo y de terciopelo y... sí creía que resaltaba mis curvas.

—Te ves... realmente muy bien— decían ellos ansiosos. ¿Qué les pasaba a estos chicos?

Había acomodado mi cabello hacia un lado y tenía un labial rojo. Mientras me colocaba un abrigo les daba las últimas recomendaciones.

—Bueno… Andrés ya debe estar por llegar, espero estar aquí temprano de vuelta— les decía. Con él no había llegado todavía esa fase de... dormir juntos. Y escuchaba una bocina.

—¡O debe ser él!— decía saliendo contenta y cuando abrí la puerta del auto me pareció ver en la oscuridad los ojos de un lobo y un gruñido.

—Hola Tati... luces preciosa— me decía Andrés dándome un beso en la mejilla.

—Gracias, tú también luces muy bien... — contestaba yo.

Él era un chico alto, musculoso, de cabello castaño claro y de risa infantil. Era divertido y me hacía reír, algunas veces decía cosas sin pensarlas muy bien.

Pero en general yo creía que él era un buen partido y a veces me preguntaba qué hacía con una chica como yo. Muchas cosas habían pasado y yo… seguía pensando un poco bajo de mí misma.

Creía que él podría conseguir la mujer que quisiera, pero seguí invitándome a salir, así que eso tenía que significar algo, ¿no?

Íbamos a un restaurante en un pueblo cercano, y parecía muy interesante. Cuando me quitaba mi abrigo podía ver su mirada en mi cuerpo. Usualmente, no me consideraba una mujer muy atractiva, y ahora no sabía qué hacer con la expresión apreciativa que él me daba.

—Es realmente lindo este lugar Andrés.... gracias—

—Me has dicho que has estado trabajando tan arduamente estos días que pensé que te merecías una buena cita— decía él.

Él vivía en este pueblo y nos conocimos una vez que fue a comer al restaurante donde trabajo, hablamos y quedamos en vernos.

Yo escuchaba las historias de él y me reía en voz alta, Andrés solía hablar mucho de sí mismo y hacía pocas preguntas de mi vida y de cómo estaba, pero en este momento me ayudaba a pensar en otra cosa.

—Realmente luces espectacular hoy... — decía él tomando mi mano y besándola, veía que observaba mi escote y yo me sentía nerviosa.

Debía decir que era algo atrevido y aun así no me agradaba que estuviera prácticamente lo que iba de noche con su mirada en mi pecho.

Intenté cubrirme, tontamente, cuando, de repente, escuchamos que alguien se aclaraba la garganta, y yo sentí que palidecía cuando estaba parado frente a nuestra mesa, nada más y nada menos que Sebastián.

¿Qué por todos los demonios?

—Tatiana... que bueno verte por aquí… — decía él con una voz fuerte y ronca.

Tenía los puños de sus manos cerrados fuertemente. Yo levantaba mis ojos para verlo de abajo a arriba, sin poder evitarlo. Sebastián tenía puesto simplemente una camiseta y un jean... pero con todo y eso parecía que había salido de una pasarela de moda.

Me miraba a mí de forma apreciativa, apretando su quijada, pero la mirada que le dio a Andrés... era tan aterradora que hacía que se me erizara la piel.

—Sebastián... ¿Qué haces aquí?— preguntaba sorprendida.

Había visto como él contenía la respiración cuando yo mencioné su nombre, hasta el momento había prácticamente había obviado nombrarlo.

—¿Y tú quién eres?— preguntaba Andrés viendo de arriba abajo al hombre asombrosamente atractivo que me había hablado. No tenía la menor idea de que iba a decir Sebastián, así que me adelanté.

—Él es un conocido de donde yo vivía antes... — decía yo nerviosa.

—Yo era algo más que un conocido... — decía él y yo lo miraba espantada.

Por supuesto que él no podía decir que era mi alfa, y ahora tenía miedo de que dijera que yo era una mentirosa y que había arruinado a su gente, y estaba a punto de inventar alguna cosa.

Hasta que me di cuenta de que algo aún más extraño sucedía, y es que atrás de mi ex alfa estaban nada más y nada menos que mis hermanos.

Henry y Marina tenían expresiones avergonzadas como si no quisieran estar aquí. Yo no entendía qué pasaba, les había dicho explícitamente que no salieran, eran mayores de edad, pero usualmente me hacían caso.

—¿Chicos, qué hacen… aquí?— pregunté y ahora Sebastián respondía.

—Yo… tenía ganas de cenar en otro lado y tus hermanos fueron lo suficientemente atentos para recomendarme este lugar— decía él. Ellos… no sabían de este lugar… así que había una sola razón para venir aquí: porque mi cita, casualmente… era aquí.

—¡Oh Henry y Marina! Mi querida Tati no deja de hablar de ustedes— decía ahora Andrés muy sonriente, viéndolos mientras no soltaba mi mano. Podía ver que Sebastián ahora posaba su mirada en mi mano sostenida por la de mi cita.

—Hola… mucho gusto— dijeron ellos nerviosos al mismo tiempo y lanzando miradas furtivas a su alfa.

—Señores y señorita… por aquí sean bienvenidos, siéntense…— decía el mesero y los ubicaba a ellos.... justamente al lado de nosotros.

Todo lo que puede salir mal, está saliendo mal.

—Bueno, parece que tenemos compañía... — decía Andrés y yo estaba a punto de decir que fuéramos a otro lugar cuando trajeron nuestra comida.

Podía ver como Sebastián pedía muy tranquilamente varios platos, mientras mis chicos lucían como si quisiera que la tierra los tragara. Ojalá la tierra, se los tragara a los tres juntos.

Aunque me daba la impresión de que ellos no querían estar aquí, y que él, su alfa lo sabía obligado. Pero... ¿Para qué?

—¿En qué estábamos? ¡Ah sí! Te decía que particularmente hoy lucías maravillosa.... yo siempre veo que haces un gran esfuerzo para lucir bien... y creo que es muy importante que una mujer sepa vestirse sabiendo sacar sus mejores atributos... — dice Andrés y escucho un gruñido a mi lado que básicamente me asusta.

Ambos volteamos a la mesa de al lado y veo que Sebastián está viendo la carta del menú como si nada, y la boca prácticamente le tiembla.

—Perdón... fui yo... tengo bastante hambre… y mi estómago rugió. Ustedes saben, estoy en etapa de crecimiento— dice Henry visiblemente nervioso. ¿Cómo va a decir algo así?

—Yo también fui... solemos hacer todo igual, ustedes saben... ¡hermanos!— complementa Marina con una risa forzada. Yo los miro a ambos sin poder creerlo.

—¡Chicos! ¿Qué va a pesar la gente? ¿Qué yo no me ocupo bien de ustedes y que los hago pasar hambre? ¡Comieron hace pocas horas!— pregunto susurrando molesta, ellos ahora parecen estresados, negando con la cabeza de forma frenética.

—¡Por supuesto que no!—

—¡Tú cocinas delicioso hermana!—

—¡Sí, realmente maravilloso, jamás he probado algo igual!— dicen ahora uno y otro alternándose mientras yo los miro perdida.

Prácticamente, me he olvidado de mi plato observando todo el circo que sucede a mi alrededor. Ahora Sebastián y Andrés me miran fijamente. Le traen la comida también a la otra mesa y mis hermanos le caen a la comida como si no hay mañana.

—¿Es verdad eso querida?— pregunta Andrés sonriendo.

Yo siempre he pensado que le he gustado de alguna u otra manera, pero luego de esta extraña cita parece estar más interesado en mí que nunca.

—Bueno… hago mi mejor intento…—

—Sin duda deberías cocinarme algo a mí... preferiblemente si es un desayuno— dice él en voz baja con la intención de que nada más yo lo escuche… pero no tiene idea de que está ahora al lado de tres hombres lobos con muy buen oído.

De la nada, escucho una copa que se rompe y cuando volteo, cerca de Sebastián hay cientos de pedazos de vidrios.

El resto de la noche se va entre Andrés lanzándome indirectas, viendo demasiado mi escote y contándome de su vida sin prácticamente dejándome hablar.

Además de Sebastián gruñendo y haciendo comentarios de mi pasado, de cuanto nos conocíamos, dando a entender que obviamente está mucho más pendiente de nuestra conversación, de lo que debería.

Mis pobres hermanos comiendo todo lo que se les atraviese, callados; observando de un lado a otro de la mesa como si vieran un partido de ping pong.

La tortura termina y ni pido postre, sino que quiero irme a casa. Cuando Andrés me deja en casa me ve con una mirada seductora.

—He tenido una noche bastante extraña pero muy interesante... —dice y se inclina para darme un beso, me aprieta contra él, tomando mis brazos y bajando su mano por mi espalda descubierta.

Es un beso que no es dulce sino bastante posesivo. Nunca me había besado así. Yo escucho un alboroto a lo lejos, pero sigo con el beso y me separo cuando me da la impresión de que él quiere algo más.

Cierro con un portazo, y me siento en el sofá esperando que llegue mis hermanos, echa una furia. Los pobres hermanos entran con la cabeza gacha sabiendo lo que les espera.

—Tati…—

—¿Me pueden explicar... qué demonios fue eso?— digo yo estallando.

—Yo trabajo todos los días ¡Me mato trabajando! Solo pido un momento de tranquilidad y de divertirme ¡Les dije explícitamente que tenían que quedarse aquí! ¿Y con qué me encuentro?—

—Con que tonto y retonto fueron al restaurante, justo donde yo iba con mi cita y además ¡con su desagradable alfa entre todas las personas posibles— grito y ellos se ven realmente apenados.

—Lo sentimos nosotros... — dice Henry y se queda callado.

—¿Ustedes qué? ¿Ah?— pregunto y escucho otra voz.

—Fui yo… fue mi culpa—


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