Capitulo801
Capitulo801
En ese momento, madre e hija estarian realmente en un callejon sin salida, sin salida alguna.
Ema paso tres dias en el hospital, y Leona la acompaiié muy aburrida durante todo ese tiempo.
Al tercer dia, las mejillas de Ema se desinflamaron por completo y finalmente su rostro regreso a su estado natural; pero Enrique no se hizo presente en ningun momento.
Durante ese periodo, Leona lo llamo en mas de una ocasion para preguntarle cuando vendria a visitar a su madre, pero él siempre respondia friamente con evasivas y colgaba.
Leona penso que, después de enterarse
de la noticia, Ema lloraria amargamente. Después de todo, qué mujer no querria ser amada por su esposo? Ser ignorada en el hospital, por tu esposo deberia ser suficiente detalle para enloquecer a cualquier mujer.
Sin embargo, Ema sorprendentemente parecia muy tranquila y controlada. No lloré ni se comport6 de manera exagerada, simplemente comia normalmente y cuidaba de su pronta recuperacion. Esta actitud desconcerto completamente a Leona. Seguin su impresion, la vida de Ema no tendria sentido sin su Enrique. Pero al mirar su rostro frio y distante, Leona sintié que su madre nunca habia amado en verdad a su padre, que era mas ajena a él que un desconocido.
—Madre, papa no ha venido a verte en
tres dias, ni ha preguntado un solo dia por ti. (Por qué no estas preocupada? —pregunto Leona sin poder contenerse.
—Tu padre es como Alejandro. Si te apegas demasiado a ellos, te ignoran.
Si acttas fria e indiferente, entonces se interesan mas por ti—respondi6 Ema con una sonrisa sarcastica, aunque en su interior estaba bastante nerviosa.
Durante estos tres dias, Ema no se habia comunicado con Enrique, no porque no quisiera, sino porque no se atrevia a enfrentarlo. Ya estaba lista para ser dada de alta, pero no se atrevia a volver a su casa. En su lugar, se quedo en el hospital bajo el pretexto de cuidar su completa recuperacion.
Desde la noche en que Clara la habia
perturbado, Ema habia notado que Enrique la miraba de manera diferente y despectiva. Ahora, en su mente, Ema estaba tratando de descubrir como explicarle a su esposo lo que habia sucedido y como recuperar la confianza en su relacion.
Justo en ese momento, la puerta de la habitacion del hospital se abrio.
—Esperen afuera, iré a ver a la senora —dijo Enrique.
—Si, Enrique.
Cuando escucharon la voz de Enrique, tanto Ema como Leona se quedaron atonitas.
Ema con gran agilidad, sacé una caja de polvos de su almohada y se aplicé lapiz labial de manera apresurada, tratando de hacer que sus labios parecieran mas
palidos y dar la total impresion de que estaba ain mas debilitada.
En cuanto Enrique entré, Ema se apoyo débilmente en el cabecero de la cama, con los ojos desbordados de lagrimas, mirando fijamente a Leona.
—Leona, tu mama tiene mucha sed.
¢Podrias traerme un poco de agua? — dijo con voz débil, y las lagrimas rodaron por su rostro.
—jPapa! {Finalmente has venido! — Leona actu6 rapidamente, fingiendo estar sorprendida y se cubrio la boca.
Enrique mir con gran detalle a Ema en la cama, que parecia fragily demacrada. Su mirada oscura no revelaba ninguna emocion, pero hizo que la piel de Ema se erizara.
Leona, has cuidado a tu madre estos dias, has trabajado bastante duro. He llamado a los criados en casa para que se hagan cargo. Deberias regresar y descansar—dijo Enrique.
— Esta bien, papa, mama, me voy primero—respondi6 Leona con una mirada significativa a Ema. Luego se alejo muy curiosa, dando pasos cortos y cerr la puerta tras de si.
—Sefiorita, ¢deberia llevarla a casa? — pregunto respetuosamente el guardaespaldas en la puerta.
— No, gracias. Dame las llaves del coche. Quiero salir y dar una vuelta— respondié Leona con un estado de Animo sombrio mientras se dirigia al estacionamiento subterraneo.
Después de tres dias en el hospital, se sentia como si estuviera impregnada
del desagradable olor a medicamentos Ahora necesitaba comprar ropa bonita, hacer un lujoso tratamiento de spa en todo su cuerpo para relajarse y sentirse renovada.
Justo cuando estaba a punto de llegar a su coche, sinti6 un repentino y agudo dolor en el cuello.
Leona se sintié mareada y perdio el conocimiento en ese momento.
En el instante en que se desplomo, apareci6 el rostro frio y hermoso de Luisana detras de ella.
—Llévatela.
—Si, senorita Luisana.
Dos hombres vestidos de negro aparecieron y arrastrarona Leona como un costal de huesos.