Capítulo 10
Capítulo 10
Capítulo 10 ¿A quién llamas bastardo?
Gregory pareció considerar la propuesta y luego asintió.
—Papá, lo he pensado y tienes razón. No puedo pegarme a la guapa mujer y entorpecer su trabajo si tiene un día ajetreado por delante.
A su lado, Tessa esbozó una sonrisa de desconcierto. «Habla tan bien para su edad que es difícil recordar que solo es un niño pequeño», pensó.
Tras escuchar a su padre acceder a la petición de almuerzo, Gregory sonrió, la tristeza desapareciendo de sus ojos mientras se alegraba:
—¡Sí! Eso significa que podré almorzar contigo.
Los labios de Tessa se curvaron en una suave sonrisa mientras se agachaba y limpiaba las lágrimas del niño. Mientras lo hacía, Gregory la acribilló con un sinfín de preguntas, una de las cuales fue:
—Señorita, ¿es aquí donde suele trabajar? ¿Me puede dar una recorrida por el lugar?
Sin esperar a que Tessa respondiera, Trevor intervino de inmediato:
—¡Claro que sí, joven señor Gregory!
Tessa aceptó de inmediato:
—Bueno, por supuesto, puedes tener un tour si lo deseas. Seré tu guía personal.
Y así, agarró al pequeño y lo apoyó en su cadera mientras le mostraba los diferentes departamentos del edificio de la compañía de orquesta.
Dicho esto, su improvisada función de guía turística se vio sometida a una inmensa presión, dado que Nicholas estuvo detrás de ellos todo el tiempo. Sabía que no le gustaba que Gregory se sintiera demasiado cómodo con ella, así que se limitó a abrazar al chico sin fomentar el afecto.
Sin embargo, Gregory parecía pensar de otra manera, pues se acercó a ella como un pez al agua. Le rodeaba el cuello con un brazo como si fuera lo más natural del mundo mientras miraba a su alrededor con curiosidad y preguntaba sobre cualquier cosa que le interesara, y Tessa le respondía con paciencia.
Era casi mediodía cuando por fin terminaron de hacer un recorrido completo, y ella pensó que era hora de comer. Justo cuando estaba a punto de expresarlo, la recepcionista se acercó a ella y le dijo en voz baja:
—Señorita Reinhart, hay alguien que quiere verla.
Tessa levantó las cejas, un poco sorprendida. «¿Quién podría buscarme durante la hora del almuerzo?» No obstante, dejó a Gregory en el suelo y se dirigió a Nicholas:
—Un momento, por favor, presidente Sawyer. Iré a ver quién es.
Luego, se dirigió a la recepción para hacerlo.
Tessa no esperaba ser recibida por su hermanastra, Sophia, y su madrastra, Lauren, en el momento en el que rodeó el escritorio de la recepcionista.
Cuando las vio, su expresión se volvió sombría y, sin darse cuenta, apretó aún más los puños. Ya podía adivinar lo que ambas estaban haciendo allí incluso antes de que se explicaran. «Deben estar aquí porque están enfadados por la indemnización de seis millones».
Su suposición era correcta, y estaban allí para enfrentarse a ella por la indemnización de seis millones. De forma agresiva, Lauren estiró la mano y agarró a Tessa por el brazo, clavando sus uñas en la carne de ésta mientras gritaba como una loca:
—¡Pequeña z*rra! No me imaginaba que fueras de las que no tienen corazón. No puedo creer que hayas inculpado a Sophia y le hayas endosado seis millones de dólares en daños, ¡aunque era inocente!
Lauren se había gastado una pequeña fortuna en llevar a Sophia a ese yate, con la esperanza de poder introducir a su hija en la alta sociedad y asegurarse a un hombre rico y prestigioso. Sin embargo, en lugar de conseguir ese fin, Sophia acabó teniendo que desembolsar seis millones por daños y perjuicios. La suma, por sí sola, era de proporciones astronómicas, y estaba a un paso de aplastar a los Reinhart por completo.
Tessa sonrió al oír la acusación infundada y replico con frialdad:
—Te sugiero que lo aclares, Lauren. Fue tu hija la que metió la pata y rompió el precioso violín de la señora Sawyer antes de que empezara el banquete, así que lo lógico es que tengas que pagar por ello.
Sintiéndose provocada, Lauren espetó:
—¿Cómo te atreves a contestarme? Tú eras la pequeña y torpe tonta que ni siquiera podía caminar sin tropezar con sus propios pies, y después de romper el violín, ¡decidiste culpar a tu hermana! ¿Dónde está tu conciencia, Tessa? —Agitada, hizo una pausa para recuperar el aliento, y luego advirtió con astucia—: ¡Pequeña p*ta, si no sueltas los seis millones al final del día, no me culpes por obligarte a hacerlo por las malas! ¡Ja! ¡Veamos si estas a la altura de tus acusaciones!
Al ver la mirada de desprecio en los ojos de Tessa, Lauren hizo una mueca amenazante y gritó:
—¡Entra aquí y llévatela!
Al oír eso, los dos fornidos guardaespaldas vestidos de negro se lanzaron al vestíbulo del edificio para hacer lo que se les había ordenado.
Lauren había contratado a los dos hombres para llevarse a Tessa por la fuerza. Además de exigirle los seis millones, tenía un motivo oculto.
Tal y como estaban las cosas, a los Reinhart les estaba costando mucho trabajo paliar la constante regresión del negocio familiar y, en un intento de salvar la empresa, habían llegado a un acuerdo colectivo para formar una alianza a través del matrimonio.
Entre su clientela había un hombre cuya familia era lo tan poderosa como para ayudar a los Reinhart a poner en marcha su negocio, pero su hijo, con el que Sophia estaba dispuesta a casarse, había sufrido una fiebre muy alta durante su infancia, y su cerebro estaba dañado como resultado.
Cuando Sophia se enteró, se negó a cumplir con la unión concertada, y Lauren pensó que ahora sería la oportunidad perfecta para obligar a Tessa a ocupar su lugar.
En ese momento, los dos guardaespaldas sujetaron a Tessa con fuerza, y ella se dio cuenta con horror de que no podría derribarlos. Luchando por liberarse del agarre de los hombres, miró a su madrastra mientras exigía:
—¿Qué crees que estás haciendo, Lauren? Suéltame ahora mismo.
La recepcionista también entró en pánico al ver lo rápido que se había agravado la situación, y gritó:
—¡Seguridad! Seguridad.
Los guardias de seguridad estaban varios pisos más abajo, así que no llegarían a ellos tan pronto. Para su sorpresa, Gregory se les adelantó, y cuando salió para ver a Tessa siendo apresada por dos hombres agresivos, se acercó corriendo con rabia.
—¡Suelten a la bella dama ahora mismo! No pueden llevársela sin más.
Sophia le oyó gritar y se volvió para mirarle. Cuando vio que era Gregory, todo el color se le fue de la cara. Antes de que pudiera salir de su aturdimiento, Lauren se adelantó y trató de empujar al niño.
—¿De dónde demonios ha salido este bastardo? ¡Fuera de mi vista!
Gregory había sido empujado con fuerza, y su pequeño cuerpo se tambaleó hacia atrás antes de caer al suelo.
Mortificada, Tessa gritó:
—¿Estás loca, Lauren? ¿Por qué le haces eso a un niño?
Se liberó de sus captores y se apresuró a ayudar a Gregory a ponerse en pie, con cara de dolor mientras preguntaba preocupada:
—Cariño, ¿estás bien? ¿Te duele?
Sacudió la cabeza, con aspecto querúbico, mientras respondía en voz baja:
—No.
Podría estar diciendo eso, pero Tessa vio que había una mancha roja en su brazo que era la prueba de lo fuerte que había caído. Lauren, por su parte, parecía ajena al problema que había provocado mientras se indignaba aún más, gritando:
—No dudaré en hacer daño a quien se interponga en mi camino hoy. ¿Qué vas a hacer al respecto?
Tessa la miró con desprecio:
—¡Pagarás por lo que has hecho hoy!
Lauren se limitó a sonreír al ver cómo Tessa defendía con tanta vehemencia al niño.
—Lo único que hice fue empujarle. No hay necesidad de que te pongas a la defensiva. ¿Qué, es tu bastardo o algo así? —se burló.
Justo entonces, una figura alta y delgada se acercó al alboroto, y una voz tan fría y gélida como el hielo descendió sobre Lauren como la brisa de advertencia de una tormenta de nieve.
—¿A quién llamas bastardo?