La Esposa del Ruso

Capítulo 40



Capítulo 40

Capítulo 40

El tiempo transcurrió muy lentamente para Jelena durante el mes que estuvo en Nueva York, se estaba volviendo loca recordando el pasado y sin nada más que hacer. No se atrevía a salir del hotel por temor de que alguien la reconociera o que Mikhail la encontrara sentía que aún no tenía las fuerzas para enfrentarlo. Su anfitrión, un hombre llamado Brett Forrest, era un individuo entrado en los cuarenta, amable, pero distante, que lo preparó todo para su estancia y, días más tarde, se marchó de la ciudad en un viaje de negocios.

Sus noches en Nueva York fueron difíciles. Estuvieron plagadas de sueños de Mikhail, de su tiempo juntos, de las veces que hicieron el amor. En medio de la oscuridad lo añoraba, extrañaba sus manos recorriéndola, sus brazos alrededor de su cuerpo y sus besos cargados de pasión. Se despertaba en la madrugada abrazando su almohada y con el cuerpo ardiente, entonces, las lágrimas acudían a sus ojos y se permitía llorar en silencio, ahogando los sollozos para no despertar a Karlen. A la mañana siguiente volvía a ser fuerte mientras se recordaba que todo pasaría, que el dolor sería menor con cada día vivido y que su hijo la necesitaba sana de cuerpo y alma. Sus prioridades en la vida habían cambiado. Cuando salió de Inglaterra solo tenía en mente huir, sin ningún plan adicional, pero ahora tenía uno y estaba más dispuesta que el primer día a divorciarse de Mikhail. Su esposo, además de haberle dado la espalda cuando más lo necesitaba, en la primera dificultad había corrido a los brazos de otra mujer y eso nunca se lo perdonaría. Antes de casarse se lo había advertido, no toleraría una infidelidad. Ella, Jelena Smirnov, era vengativa y rencorosa y no dejaba ofensa sin cobrar.

Diariamente sostuvo largas conversaciones con Ivanna, su hermana estaba muy preocupada por su salud mental. Jelena la había tranquilizado con la serenidad con la que había encarado la situación, asegurándole que se sentía muy fuerte, con un propósito en la vida, una razón para no decaer. Su hermana le conto de su reunión con Mikhail y de lo arrepentido que parecía estar de su conducta. Jelena la escuchó con el corazón en un puño, pero nunca más confiaría en él. El dolor que había sentido había sido desgarrador, como si la estuvieran partiendo por dentro, aún había momentos en los

que se hacía insoportable. Algún recuerdo, un olor o una situación que le recordara lo que pasó y la tristeza la embargaba, por eso se prometió que nunca más le daría a alguien el poder de hacerla sentir así.

No había querido hablar con nadie más. Katerina estaba casada con Alexander y Gema comprometida con Konstantin, no quería ponerlas entre dos lealtades. Aunque estaba segura de que estarían de su lado, no quería crearles problemas con sus parejas. Katerina había sufrido mucho y se merecía ser feliz sobre todas las cosas, y Gema finalmente había aceptado sus sentimientos por Konstantin y estaba viviendo con él. Amaba a su sobrina y no haría nada que pudiera enturbiar su felicidad.

Su relación con Alexa no era tan cercana como le gustaría porque la veía más como la hermana de Mikhail que como su sobrina, no sabía el porque se sentía así, esperaba que cuando el tiempo sanara las heridas podría haber algún acercamiento, porque al fin y al cabo sería familia de su hijo.

Ivanna le había asegurado que su padre no les molestaría más, Dimitri se aseguró de eso. Este le debía un favor a su hermana, ya que Ivanna había sido secuestrada por el patriarca de los Kuznetsov. Vladimir había muerto en el rescate de su hermana y todo había sido silenciado con la ayuda de su Ivanna manteniendo así el buen nombre de la familia.

En realidad, cuando Ivanna le contó lo ocurrido le dijo que su silencio había sido para evitarle el escándalo a Katerina y á Alexa, su sobrina, pero Alexander y Dimitri estaban muy agradecidos por su silencio.

Dimitri le puso un ultimátum a su padre para que los dejara en paz, y no había nada a lo que Ivan Smirnov temiera más que a la ruina económica con la que lo había amenazado el jefe de la familia Kuznetsov.

Jelena sabía que Mikhail estaba buscándola, había contratado a un detective para encontrarla sin respetar el hecho de que ella no quería verlo. Y ella estaba decidida a que no la encontrara. Estaba muy dolida con él, en su corazón no había reconciliación posible, su amenaza siempre pendería sobre ellos

como la espada de Damocles. Además, había salido de su casa directo a los brazos de otra mujer, eso había dolido.

Entendía lo furioso que su esposo estaba al ver las fotografías, pero no le había dado la más mínima oportunidad de explicarse. La juzgó y condenó sin escucharla y eso la había lastimado mucho. Siempre pensó que su matrimonio tenía fecha de caducidad, pero al enterarse de que estaba embarazada, una pequeña llama de esperanza se había instalado en ella y, durante un momento, pensó que quizás tuviesen una oportunidad de sacar adelante su relación.

Sabía que era inevitable que se encontraran cuando se presentara al juicio de Benjamín y Beatriz. La audiencia donde debía prestar su declaración había sido fijada para dentro de cuatro meses, de acuerdo con lo que le informaron los abogados de Gael, quienes se ocupaban de todos sus asuntos legales. Para entonces tendría siete meses de embarazo.

Jelena tenía una lista de condiciones para discutir con Mikhail cuando se divorciaran. No estaba ciega, él sería un buen padre y no le negaría sus derechos, estaba dispuesta a hacer ciertas concesiones si él aceptaba sus términos, sin embargo, no estaba segura de lo que sucedería cuando su marido se enterara de su embarazo.

Mikhail estaba proclamando a los cuatro vientos que la amaba y que haría cualquier cosa por recuperarla, tal vez con la esperanza de que ella recibiera ese mensaje y, aunque le emocionó escucharlo de labios de Ivanna, su esposo había roto su confianza y eso era algo que ella no entregaba con facilidad. Hasta ahora no había pedido el divorcio porque para ello debía presentarse ante un juez y, aunque su barriga era poca, su estado quedaría evidenciado en la audiencia y no quería que Mikhail se enterara por el momento. Estaba decidida a tener a su hijo en Inglaterra y para ello debería tener un embarazo bastante avanzado antes de que su esposo se enterara de que tendrían un hijo. Mikhail era un hombre perteneciente a una familia poderosa, por lo que debía tratar de tener las condiciones más favorables posibles en el momento de negociar el divorcio y la custodia del niño.

Su plan era instalarse en Durham, estaba segura de que ese era el último lugar en la tierra donde se le ocurriría a Mikhail buscarla. Entraría en el Reino Unido por Escocia luego regresaría a Inglaterra por tren. Buscaría una casa donde empezar de nuevo y una escuela para su hermano. Karlen se negaba a dejarla para volver con Ivanna a Londres y ella lo amo más por eso, el volver a vivir juntos le daba fuerzas y le alegraba el día.

Jelena le planteó a Ivanna su plan, a su vez, su hermana le dijo que regresara, pero que pasara unos meses en la finca de sus suegros en Bristol, donde dispondría de una casa para ella y Karlen. Estaría acompañada mientras estuviese embarazada y sería más fácil para Ivanna visitarla sin levantar sospechas de su paradero. Le pareció un buen plan.

Ejecutarlo fue mucho más fácil de lo que pensó, viajaron rumbo a Escocia en un vuelo privado pagado por Gael, pasaron la frontera en un coche que su cuñado había dispuesto para ello y, desde allí, tomaron un tren rumbo a Bristol. Ivanna había hecho todos los arreglos con su suegra para que alguien los recogiera en la estación del tren y los trasladara a la finca. Miranda Evans estaba encantada con la visita de Jelena y Karlen y les abrió las puertas de su casa.La finca era tan hermosa como la recordaba. Desde la colina donde estaba situada la casa principal se ofrecía una vista de diez hectáreas de los jardines, terrenos y la casa de invitados, que era donde se alojarían. Jelena apreció la arquitectura de la residencia construida a finales del siglo diecinueve de estilo jacobino, con pesadas columnas de roble, ventanas de altura completa con plomo y detalles de yeso. Muchas veces estuvo en esa finca, le gustaba la tranquilidad del campo y la vista del lago que se apreciaba desde la casa de invitados, que constaba de tres habitaciones, una pequeña sala de visitas, comedor, cocina y una práctica lavandería. Miranda los esperaba en la puerta de su casa, al verlos, bajó los escalones y la abrazo.

-Bienvenida, mi niña, considera esta tu casa por el tiempo que lo necesites. -La emoción la embargó y agradeció profundamente haberse quedado con Ivanna, era una de las mejores decisiones que había tomado en su vida. -Gracias, Miranda, por abrirme las puertas de tu casa mientras resuelvo algunas cosas.

-De nada, hija, todo saldrá bien, ya lo verás -afirmó antes de volverse a mirar a Karlen Déjame ver a tu hermano, que pocas veces coincidimos con él. A ver jovencito… ummm estás muy grande, ¿cuántos años dices que tienes?

-Cumplo quince el próximo mes, señora Miranda -respondió el chico con la seriedad que lo caracterizaba

-Qué bien, habrá que organizar una celebración, yo me ocuparé de llamar a Ivanna para ponernos de acuerdo -dijo con el entusiasmo reflejado en la voz-. Ahora los dejaré instalarse y en la tarde vengan a cenar. Lamentablemente William y yo partiremos hacia Londres en la mañana, para ver a nuestros nietos y de paso despistar a tu esposo, pero volveremos antes del

cumpleaños del chico -aseguró señalando a Karlen. Jelena sonrió ante la complicidad de Miranda, su hermana era un genio porque dudaba de que Mikhail se enterara de que ella estaba en ese lugar.


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