Chapter 31: Expiación
Chapter 31: Expiación
Todo mi cuerpo suda mientras trato de respirar sentado a la orilla de mi cama, mientras trato de
reponerme para poder seguir durmiendo, pero no puedo, el ataque ha llegado muy lejos y no lo he
podido controlar.
Como si tuviera asma me pongo de pie para caminar por la habitación, mi cuerpo quiere que salga
corriendo, el rush de adrenalina me pega y aunque por dentro todo es un caos sé que por fuera no se
ve dicha revolución.
―Respira, respira, respira.― Me consuelo mientras me pongo la mano sobre el pecho mientras siento
mi corazón latir.
―¿Quentin? ― Escucho la voz de Isabel al otro lado de la puerta.
Sé que no estoy haciendo tanto ruido, pero supongo que mi respiración y mis movimientos la han
despertado. Voy hacia la puerta y la abro. Ella entra de inmediato, con una bata de franela azul con
cuadritos rojos y el cabello trenzado. Sin que yo le diga nada ella toma mi mano.
―Veme a los ojos.― Me pide y yo trato de enfocar mi mirada en ella.
―No puedo respirar.― Apenas hablo.― No puedo.
―Sígueme.― Vuelve a pedirme y comienza a hacer reparaciones.― Inhala― Y lo hace ella.―
Exhala.― Y suelta el aire.― Otra vez.
Así clavando mi mirada en sus ojos inhalo y exhalo el aire constantemente hasta que mis pulmones se
vuelven a abrir y siento que puedo respirar. Ella sin dejar de tomar mis manos y verme a los ojos lo
hace junto conmigo hasta que me tranquilizo.
―¿Mejor? ― Pregunta.
Yo asiento con la cabeza y ella me abraza de inmediato. Siente mi cuerpo temblando, mi pecho lleno
de sudor y mi corazón que aún sigue latiendo a mil por hora. Odio los ataques así de fuertes, me
siento vulnerable como niño pequeño que necesita protección, no me gusta estar así ya que cuando
pasa las personas suelen aprovecharse. Sin embargo Isa, me abraza con fuerza y acaricia mi espalda
con cuidado tranquilizándome.
―Lo haces bien, lo estás haciendo bien.― Me repite mientras yo me aferro fuerte a ella como si fuera
a caerme.― Tu corazón va tranquilizándose.― Continúa.― Todo pasará, sabes que pasará.
Lo sé, todo está pasando, y poco a poco me voy sintiendo mejor sin embargo, aquí llega lo peor de
mis ataques de pánico, la vergüenza, la vulnerabilidad.... el llanto desesperado. El nudo en la garganta
se empieza a formar y sin pedir permiso las lágrimas ruedan por mis mejillas.
―Isa.― Le digo.― Te pido que te vayas.― Le ruego porque no quiero que me vea así, no es una
imagen que le quiera dar.
Isabel se aferra más a mi, no se irá y no importa que tanto quiera alejarla. Sigo llorando, sacando todo
este miedo que se acumuló en mi y después viene la rabia.
―¡Estoy harto, cansado!― Le expreso con un tono de furia.― Cuatro años así, cuatro años teniendo
que soportar esto solo.
―Hoy no estás solo.― Responde ella tranquila mientras pacientemente me escucha si asustarse.
―Lo sé, lo siento, lo siento.― Me arrepiento de lo que le dije y beso su cabello.― No era mi intensión.
Sólo que, no me gusta estar así, odio este sentimiento de culpa que hay en mi, odio no poder
abrazarte, besarte sin que a mi mente venga ese pensamiento de traición, de falla, le prometí a Nadine
que jamás volvería sentir nada por nadie y...― Y vuelvo a soltarme a llorar.― Yo no los maté Isabel, yo
no los maté, ellos...
De pronto siento cómo mi cuerpo se desmorona y me voy sentando poco a poco sobre la alfombra.
Isabel se sienta junto conmigo y me toma la mano para que sepa que ella está ahí. Nos quedamos en
silencio, afuera no se escucha absolutamente nada, no hay viento, no hay movimiento, solo es la
noche y el frío. Isabel se queda viendo a la nada, mientras acaricia mi mano haciendo círculos sobre
mi palma.
―Mi hermana y yo éramos verdaderamente unidas.― Comienza a hablar.― Era mi mejor amiga, la
amaba sobre todas las cosas. Ella prácticamente me crió ya que mis padres se la pasaban trabajando
y no tenían tiempo para la niña "ups" ― Se sincera.― La enfermedad de Betty pegó de un día para el
otro, empezaron los dolores de cabeza sin avisar y empeoraron poco a poco. Thomas estaba recién
nacido y básicamente yo lo cuidaba porque ella no podía ni siquiera estar de pie unos segundos.
Cuando nos enteramos que estaba enferma de cáncer, fue... impactante.―Comenta.― Tanto que
hasta mis padres que son doctores les afectó en tantos niveles que no supieron qué decirle, sobre
todo al ver que ya estaba muy avanzando. Yo, por mi lado, dije que no, que no lo aceptaba que iba a
vivir, que ella estaría bien que yo encontraría la cura para salvarla porque era todo para mí. Así que
me puse a trabajar cómo loca, a ahorrar todo el dinero que podía para tener mucho y llevarla a un
buen hospital, uno donde le dieran la atención correcta, pero, me fue imposible. Betty , murió mientras
yo corría en la calle hacia el hospital. Quería hablar conmigo por última vez antes de entrar a cirugía y
yo no estuve ahí cuando ella siempre lo estuvo para mí. Mi hermana murió sin volverme a ver y yo sin
poder escuchar su voz una vez más.
El silencio vuelve a la habitación, después de sus palabras, yo volteo a verla―¿Por qué me cuentas
eso? ― Pregunto.
―Porque, esa sensación de no poder respirar es porque tal vez tienes algo dentro que no haz dicho y
que necesitas hacerlo. Yo te lo cuento porque por muchos meses sentía que algo me apretaba en
medio del pecho, me impedía respirar, dormir, moverme, así que tomé mi móvil un día y marqué al de
mi hermana. Le dejé varios mensajes de voz donde le expresaba lo mucho que sentía no haber estado
ahí con ella y todo lo que la amaba, después, colgué y esa sensación se me fue del pecho. Tal vez tú
lo necesitas.
―Es que lo mío es, un poco más turbio.― Me excuso.
―Tiene que ver con el hecho de que siempre repites "yo no los maté" ― Me dice y escucharlo de su
boca estremece mi cuerpo.
Isabel, aun tomando mi mano, se recarga sobre mi hombro y continúa consolándome.― Yo iba
manejando.― Rompo el silencio de un golpe. ― Lo que te voy a contar es algo que me da mucha
vergüenza, porque va contra todo lo que soy.―Aclaro.
―Dímelo.― Dice firme.
―¿Segura?
Ella me toma fuerte de la mano y voltea para verme a los ojos.― Te escucho. No me voy a ir.
Doy un suspiro profundo.― Nadine me era infiel.― Y con esas palabras hago que Isabel abra los ojos
sorprendida.― Lo descubrí dos semanas antes de Navidad. Ya lo sospechaba porque su cambio de
actitud fue bastante evidente y yo había estado un poco sumergido en el trabajo. Por las fechas, no
quise decirle nada, me tragué mi orgullo por mis hijos y porque bueno, nadie se pelea en Navidad. Fui
tan buen actor que ella jamás lo sospechó, hasta que me pidió que la llevara a la casa de campo de
sus padres para pasar ahí las fiestas. La llevé porque la amaba, porque mis hijos iban a ver a sus
abuelos, porque pensé que en esas dos semanas juntos, alejados del mundo, la volvería a
reconquistar y ella vería que vale la pena estar conmigo.
―Pero, el periódico dijo que el chofer iba manejando y tú...― Alzo la mano para pedirle que me deje
continuar. Ella guarda silencio.
―Ese día manejé yo. Como ves siempre hay un chofer disponible y esta vez él iba atrás de nosotros
en otro auto que prácticamente fue pérdida total. El chofer sí murió pero no por venir manejando mi
auto. En fin, Nadine venía en la parte de atrás del auto junto con los niños, yo venía manejando y de
vez en cuando veía el espejo retrovisor para revisarlos. Ella, pasó prácticamente todo el tiempo en su
móvil ,enviando mensajes, riéndose y de pronto me sentí un idiota. Yo haciendo el esfuerzo por tener
una Navidad linda por mis hijos y ella, hablando con el otro, así que exploté. Le dije que ya sabía lo de
su amante y su mirada me hizo saber que no estaba equivocado, discutimos y yo no me di cuenta que
el camión que venía adelante no traía frenos y por eso me echaba las luces, ella me gritó para que
prestara atención, así que cuando voltee moví el auto fuera del alcance pero era muy tarde, éste nos
alcanzó y...― Me quedo callado al recordar vivamente la escena otra vez.
―Por eso dices que tú no los mataste.
―¡No era mi intención! Yo no quería eso, quería que ella me explicara ¿por qué lo había hecho? ¿En
qué había fallado? Sólo eso, quería saberlo y ahora jamás lo sabré y vivo con la culpa de saber que
por mi culpa mis hijos están muertos y Nadine no pudo ser feliz al final de cuentas con esa persona
que ya no era yo. La amaba y la hubiera dejado ir si tan solo me explicaba el porqué. Mientras estuve
en coma pensaba "si despierto, si ella está bien, si ellos están bien.. la dejaré ir".
―Y ¿por eso ahora no la dejas ir? ― Me pregunta y luego acaricia mi rostro.
―El chofer murió, yo salí con una pierna rota que necesitó rehabilitación por meses, pero ellos
murieron. Vivianne arregló todo para que se viera como un accidente por parte del chofer y que no
supieran que fui yo. Fue tan hábil que sí un día que estoy en problemas la volveré a llamar. ―
Comento más tranquilo.― Él fue mi expiación, se llevó la culpa de todos mis pecados, y yo ahora se
supone que debo vivir en paz conmigo mismo cuando traigo el peso de todos sobre mí.
Isa me besa la mano.
―Haz de pensar que soy una persona horrible. Un rico con poder que puede hacer lo que quiera, pero
te juro que no soy así. Hubiera preferido ir a prisión que esto.
―No, claro que no. Fuiste víctima de una reacción muy humana, el enojo, los celos. Amabas a Nadine
y ella dejó de hacerlo. Le reclamaste sin pensar que sería lo último que ella escucharía pero tú no
hiciste nada Quentin, no los mataste, fue un accidente.
―Cuando hay una historia atrás como la que pasó parece que lo hice a propósito ¿no?
Ella niega con la cabeza.― No, a cualquiera le puede pasar y esta vez te pasó a ti y tuviste a Vivianne
que hizo su trabajo, tú estabas en coma ¿no es cierto? ¿Qué podrías saber de eso? Pero una cosa
quiero entiendas Quentin, para continuar hacia adelante, tienes que dejar el peso atrás.
Yo asiento, cuando hablo con Isa siempre me siento como niño pequeño y regañado, pero ella tiene
razón, debo hacerlo, necesito hacerlo.― No piensas entonces, que soy una terrible persona.
―No, nunca lo he pensado Quentin, al contrario, tú mismo lo dijiste, hubieras dejado a Nadine ser feliz
aunque fuera con otro, sólo el destino no te dejó demostrárselo y ahora vives en este bucle de castigo
y penitencia constante. No la dejaste ser feliz, y por eso no te das la oportunidad de serlo, pero eso no
cambiará las cosas ¿entiendes? No la va a revivir ni a tus hijos, así como hacer algo ahora por mi
hermana no la traerá de vuelta. Me gustas Quentin, lo que pasó hace rato entre los dos fue importante,
pero no podrá funcionar si todo el tiempo piensas que amar y sentir son un castigo en lugar de un
placer.
Esa última frase me cimbra por dentro ¿cómo es que esta bella mujer me lo explicó mejor que el
psicólogo que pague por años? Pero ahora, me entra el miedo, no quiero que mi actitud y mis
problemas la hagan sentir menos apreciada, deseada o querida.
―Te prometo que todo va a cambiar ¿si? ― Murmuro.― Sólo, no te vayas, dame una oportunidad...
―¿Oportunidad de qué? ― Pregunta simpática entre pequeñas risas que alivian mi alma.
―De demostrarte que me importas, que quiero ser el hombre de tu vida y...― En eso la palabra me
viene a la mente, esa que por tanto tiempo ha estado rondando mi cabeza y que me pide a gritos que
la diga.― Y que te quiero.
Isa se muerde el labio y me sonríe.
―Y no te quiero porque pienso que me vas a salvar, te quiero... porque lo siento aquí.― Y llevo la
mano hacia mi pecho.― Tal vez pienses que esto es muy rápido y que posiblemente esté bromeando,
pero, no puedo equivocarme con esto que te digo, me gustas, te quiero y deseo que te quedes.
Ella me da un beso sobre la mejilla, acomoda su cabeza sobre mi hombro y cierra los ojos.― Tengo
frío ¿me abrazas? ― Me pide. Yo paso mi brazo por su hombro y la atraigo hacia mí sintiendo su
calorcito.
Isabel se acomoda y me envuelve con su cuerpo.― Yo también te quiero Quentin, más de lo que
puedas imaginar.
«Y con esto, doy por cerrada mi etapa como viudo, porque ahora admito que estoy perdidamente
enamorado de Isabel Osher».