Capítulo 2389
Capítulo 2389
La aparición de Feenix
Comprendiendo lo que planeaban, Jaime se dirigió hacia la cima de la montaña sin necesidad de que lo forzaran.
Mientras tanto, las bestias demoníacas seguían a Jaime en silencio. Sorprendentemente, ninguna de ellas desató sus ataques contra él. La curiosidad invadió a Jaime, pero no pudo obtener respuesta porque no sabía cómo comunicarse con las bestias demoníacas. Lo único que podía hacer ahora era llegar a la cima para averiguar qué querían conseguir las bestias demoníacas.
Pronto llegó a la cima de la montaña. Para su sorpresa, vio una casa de piedra decorada de forma extravagante. Era evidente que una casa tan bien decorada no había sido construida por las bestias demoníacas.
—¿Es la casa de alguien? —murmuró Jaime para sí, exultante. Nunca había esperado que alguien residiera en la cima de la Montaña de las Bestias Demoníacas.
De repente, se le ocurrió una idea. Se preguntó si esas bestias demoníacas serían mascotas criadas por el dueño de la casa.
Esa sería la única forma de explicar la casa y los rastros de actividades humanas aquí.
Jaime se acercó poco a poco a la casa y empujó la puerta. Al hacerlo, le llegó a la nariz un agradable aroma. Observó el interior de la casa y se dio cuenta de que no había nadie, pero la casa estaba llena de enseres domésticos y muebles apropiados. Incluso había un tocador con un espejo.
Sorprendido, Jaime se preguntó en voz alta:
—¿Es la dueña una mujer? —Examinó la distribución del dormitorio y llegó a la conclusión de que, en efecto, la ocupante era una mujer.
A continuación, entró en la habitación mientras las bestias demoníacas se paseaban de un lado a otro en el exterior. Ninguno de ellos se atrevió a acercarse. Tras echar un vistazo a la habitación y comprobar que no había nadie dentro, volvió a salir.
Sin embargo, en el momento en que salió de la habitación, sonó un fuerte silbido y el cielo se oscureció al instante.
Un colorido fénix voló en círculos en el cielo y las bestias demoníacas se arrodillaron en el suelo una tras otra, gruñendo y mostrando respeto.
Jaime se quedó boquiabierto ante la aparición del fénix. Agarrando con fuerza su Espada Matadragones, se preparó para rechazar los posibles ataques de la criatura.
El colorido fénix aterrizó en el suelo tras divisar a Jaime. En cuanto tocó el suelo, una luz dorada centelleó y el fénix se transformó en una joven. Era seductoramente hermosa, de piel clara y cabello oscuro hasta los hombros.
Cuando Jaime bajó la mirada, se dio cuenta de que las partes íntimas de la joven estaban cubiertas de plumas de fénix. Aun así, sintió una pasión y una lujuria indescriptibles. Después de todo, era un hombre corriente con deseos.
Sin embargo, la idea de que la verdadera forma de la mujer fuera un fénix le obligó a reprimir sus deseos.
La joven miró a Jaime antes de desviar la vista hacia las bestias demoníacas que tenía detrás. Luego, acarició con suavidad la cabeza del Tigre Llameante.
El Tigre Llameante emitió un gruñido bajo como si se comunicara con la joven.
La joven se quedó boquiabierta y abrió los ojos con incredulidad mientras miraba a Jaime.
—¿Quién eres tú? ¿Por qué has irrumpido en la Montaña de las Bestias Demoníacas? —preguntó la joven.
Jaime no sabía qué decir, así que sólo pudo contar los pormenores de la situación.
La cara de la joven se desencajó al escuchar la historia de Jaime.
—Ustedes invadieron nuestro territorio y comenzaron una masacre sólo para mejorar sus propias capacidades. ¿Tienes idea de lo duro que trabajamos para mejorar nuestras capacidades sólo para sobrevivir?
—¿Q...quién eres? ¿Cómo te transformaste de fénix a humano? —preguntó Jaime asustado.
—Soy Feenix. Las bestias demoníacas podemos transformarnos en forma humana cuando alcanzamos cierto nivel de cultivo —le explicó la joven a Jaime.