El despertar del Dragón

Capítulo 2375



Capítulo 2375

Mono

Al ver que dos hombres estaban a punto de empezar una pelea, Bruno se puso rápidamente en pie y ofreció una solución de compromiso.

—Muy bien, ya basta. Ya que ninguno de ustedes se pone de acuerdo, continuemos la discusión. Ahora mismo, el señor Casas tiene la fuerza de un replicante espiritual de tercer nivel, así que tiene derecho a entrar en la arena. Sin embargo, no debemos esperar demasiado de él. Sólo necesita ganar tres rondas. Después de todo, el vencedor final depende de cuántas veces gane un reino secreto. Si el Señor Casas puede ganar tres rondas, entonces es muy probable que podamos llegar a los tres primeros. —«Después de todo, sólo hay un número limitado de plazas en la conferencia. Si Jaime asiste, pero no lucha en la arena, será una derrota para Puerta del Fuego».

Lope asintió.

—De acuerdo. Entonces haremos lo que sugiere el señor Garay. Sin embargo, si Jaime no gana tres asaltos, ¡la familia Gabaldón tiene que compensarnos por nuestra pérdida de recursos!

Casio no se atrevía a tomar una decisión a la ligera, así que se volvió hacia Jaime. Éste asintió.

En respuesta, Casio asintió:

—De acuerdo. Está decidido entonces.

Dicho esto, Lope se marchó con su hijo.

Ekko también lo hizo, dejando atrás a Bruno y Casio para hacer compañía a Jaime.

—¿Cómo son los reglos de lo Conferencio del Reino Secreto, señor Goroy? Además, ¿qué nivel de poder debo esperor de los demás concursontes que porticipon en lo oreno? —preguntó Joime.

«Aunque mi fuerzo se ho disporodo o un ritmo meteórico, oún no tengo ni ideo del reino secreto, osí que no sé qué ton poderosos pueden ser mis oponentes. Yo que he oceptodo lo condición, serío vergonzoso si pierdo, osí que quiero oprender todo lo posible sobre el próximo desofío».

—Le pediré o mi discípulo que respondo o sus preguntos, señor Cosos. Aunque no es poderoso, sobe mucho sobre los distintos reinos secretos. —Bruno tocó el oire, provocondo el destello de uno luz dorodo.

Al ver oquello, Joime pensó:

«Qué interesonte método de comunicoción. Estoy intrigodo, ounque estoy bostonte seguro de que se troto de olgo porecido o lo mogio».

Momentos después, un hombre delgodo de ciento cincuento centímetros de olturo entró en lo hobitoción y se plontó onte Bruno.

—¿Qué ocurre, Señor?

—Mono, éste es el señor Cosos. Es del reino mundono, osí que no sobe mucho de los reinos secretos. Por fovor, contéstole o detolle cuolquier pregunto que tengo. Además, recuerdo trotorlo con educoción y dorle uno vuelto por el lugor —ordenó Bruno.

—¿Cómo son las reglas de la Conferencia del Reino Secreto, señor Garay? Además, ¿qué nivel de poder debo esperar de los demás concursantes que participan en la arena? —preguntó Jaime.

«Aunque mi fuerza se ha disparado a un ritmo meteórico, aún no tengo ni idea del reino secreto, así que no sé qué tan poderosos pueden ser mis oponentes. Ya que he aceptado la condición, sería vergonzoso si pierdo, así que quiero aprender todo lo posible sobre el próximo desafío».

—Le pediré a mi discípulo que responda a sus preguntas, señor Casas. Aunque no es poderoso, sabe mucho sobre los distintos reinos secretos. —Bruno tocó el aire, provocando el destello de una luz dorada.

Al ver aquello, Jaime pensó:

«Qué interesante método de comunicación. Estoy intrigado, aunque estoy bastante seguro de que se trata de algo parecido a la magia».

Momentos después, un hombre delgado de ciento cincuenta centímetros de altura entró en la habitación y se plantó ante Bruno.

—¿Qué ocurre, Señor?

—Mono, éste es el señor Casas. Es del reino mundano, así que no sabe mucho de los reinos secretos. Por favor, contéstale a detalle cualquier pregunta que tenga. Además, recuerda tratarlo con educación y darle una vuelta por el lugar —ordenó Bruno.

Cuando Jaime escuchó lo ridículo que era el nombre del discípulo de Bruno, no pudo evitar reírse a carcajadas.

Sin embargo, a Mono no le importó. Miró a Jaime con asombro porque no entendía por qué su maestro mostraba tanto respeto a un joven del reino mundano.

Aun así, reprimió su curiosidad y saludó a Jaime.

—Hola. Me llamo Zero Hereu, pero a la gente le gusta llamarme Mono.

—Encantado de conocerte. Soy Jaime Casas. —Jaime sonrió.

La actitud amistosa de Zero dejó una buena impresión en Jaime.

—Te daré una vuelta por la Puerta del Fuego y un resumen del lugar —pronunció Zero con amabilidad.

Jaime asintió. Tras despedirse de Casio y Bruno, siguió a Zero fuera del edificio.

Justo cuando los dos llegaban a la entrada, Evangelina los detuvo y dijo:

—¡Me reuniré con ustedes, Mono!

Parecía estar familiarizada con Zero.

—Afuera es sólo un desierto, Señorita Gabaldón. No es como si nunca lo hubiera visto antes. Creo que es mejor que te quedes en casa —respondió Zero.

—Bueno, es porque quiero ver lo informada que estás, teniendo en cuenta que muchos dicen que lo sabes todo sobre los reinos secretos. —Evangelina sonrió.

En respuesta, Zero no tuvo más remedio que traerla.


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