Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 102
Capítulo 102
Mario se apresuró a hablar: “Señora! Por favor, regrese de inmediato. El señor Ricardo está furioso, quiere golpear al señor. Solo usted puede calmarlo.”
“¿Qué?” Casi al oír las primeras palabras, me levanté de un salto, agarré un abrigo y sali de la casa.
No era que me preocupaba por Isaac. Aunque Ricardo tenía más de un nieto, al final, al que más quería era a él. Incluso si se enfadaba, sabía medir su fuerza, no le quitaría la vida. No obstante era mejor no alterar la salud del abuelo, de lo contrario podría tener un accidente. Mario no habría hablado con tanta urgencia si no hubiera sido algo serio.
Mario dijo: “Vuelve y lo verás por ti misma!”
Sin importar lo que pensara, al llegar a El Jardin de la Aurora, me quedé paralizada. En el estudio, el siempre imponente Isaac estaba arrodillado en el suelo, incapaz de enderezarse por el dolor, las venas de su frente resaltaban, sosteniéndose apenas con las manos en el borde de la mesa de caoba para no caerse. Para mi sorpresa, Andrea también estaba allí,
Estaba a punto de hablar, cuando el abuelo, que siempre había sido amable conmigo, me miró friamente y dijo a Mario: “¿Le llamaste a Cloé?”
“…Si.” Mario tuvo que
admitirlo.
Ricardo gritó furioso: “¡Siempre tomando decisiones por tu cuenta! ¡Todos fuera!”
“Señor…”
Aún quería persuadirlo, temiendo que se lastimara de pura ira, pero él hizo un gesto con la mano mientras decía: “No te preocupes, ellos no me van a matar de un soplo, sal y espera.
Al oír eso, no tuve más opción que dejar la sala junto con Mario.
Detrás de mi, escuché al abuelo reírse con desdén: “Realmente eres como tu madre, sin gracia. ¡Fuera!”
Andrea habló con suavidad: “Señor, ¿qué sentido tiene golpear a Isaac? Fue Cloé quien quiso el divorcio. Además, darle un apartamento ya es más que suficiente. Isaac es su nieto, Cloé es una extraña.”
*¡Tú cállate!” El anciano gritó furioso, seguidamente sentenció mirando enojado a Isaac: “¿Esta es la mujer que te gusta? Sin moral, mezquina, que ni siquiera entiende el habla humana básica.”
Isaac, aguantando el dolor, dijo entre dientes: “El abuelo te dijo que te fueras, ¿no escuchaste?”
“Si escuché, lo escuché muy bien.” Le respondió Andrea.
Aunque ella estaba irritada, no se atrevía a actuar caprichosamente frente al abuelo de Isaac. Pronto ella también se fue, pasando por nuestro lado sin mostrar enojo, bajando las escaleras con elegancia.
Mario frunció el ceño, me miró y dijo amablemente: “No te ofendas, el señor no estaba enojado contigo.” “Lo sé. Le dije; bajé la mirada y pregunté: “¿Ricardo ya sabe que nos divorciamos?”
Mario asintió: “Si. Hace unos días, cuando tú y señor fueron al registro civil, el señor Ricardo recibió la noticia.”
Yo quedé atónita, sin saber que decir.
Viendo mi sorpresa, Mario suspiró: “El señor Ricardo siempre sospecho que ustedes podrían hacer los trámites primero, así que ya había hablado con ellos.”
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De repente, todo tenía sentido. Me había dejado llevar por mis emociones esos días,
debería haber sabido que, con el poder de la familia Montes, si el abuelo lo deseaba, no podríamos ocultarle nada.
Al ver mi culpa, Mario añadió: “Pero el señor Ricardo no está tan enfurecido por eso.”
Levanté la vista, pregunté: “¿Entonces por qué?”
“Esa de abajo.” Dijo Mario señalando con la boca, con una expresión de dolor de cabeza. Después continuó explicando: “El señor Ricardo le pidió al señor que viniera, y justo cuando él llegó, ella también apareció, imposible de echar, diciendo que tarde o temprano el señor se casaría con ella.”
“¡Mejor que se quite esa idea de la cabeza!” Desde el otro lado de la puerta, la voz furiosa de Ricardo se filtró, claramente dirigida a Andrea. A continuación se dirigió a Isaac: “Y tutambién, ni pienses en eso! ¿Quieres seguir el mal ejemplo de tu padre, cambiando de opinión a cada rato? ¡Primero mátame de coraje, y cuando yo muera, haz lo que quieras! Pero mientras yo viva, tu esposa, la señora de la familia. Montes, solo puede ser Cloé.”
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